REACtivaCIÓN


Después de un periodo de reflexión, y al hilo de la adhesión de JC a lo comentado en la anterior entrada titulada (Des)Información, me gustaría matizar lo dicho en ese mi anterior post.

Sigo hastalasmismísimasnarices de que los mass media nos tomen por borregos, de que nos den gato por liebre y de que nos quieran manejar como se les antoje, al hilo del dictado de sus amos (empresarios y políticos de turno). Sigo cabreado por tener que aguantar toda la sarta de mentiras, de medias verdades, de informaciones tendenciosas... Y en mi descargo, he de decir que entiendo que de vez en cuando me den bajones, y necesite desconectar de todo ese ruido mediático. Por ello, coincido con JC en que es necesario, de vez en cuando, pulsar el botón de stand-by y emplear un ciclo de CPU en adivinar la forma de una nube, o en "perder" dos horas del día leyendo las noticias de deportes, o buscando en youtube cómo se pega esa piña tan graciosa el niño japonés de turno.
A ello nos obliga la evolución del flujo de información y los cada vez más numerosos canales por los que nos llega ésta. Antes no existían tantas ni tan variadas formas de recibir información, y eso hacía menos necesaria la existencia de filtros que evitasen que nos petasen las neuronas. Considero que esa búsqueda de un momento de paz, no es más que un mecanismo de defensa de nuestra mente para evitar el cortocircuito.

Pero ello, no puede llevarnos a esconder la cabeza bajo tierra poniéndonos de perfil cada vez que llega una noticia que nos afecta: una congelación de pensiones, una subida del IVA, unos políticos que engañan, un cargo público que roba, unos jueces que prevarican...
Creo que es nuestro deber, buscar otra fuente y contrastarla. Saber cómo nos afecta y extraer nuestras propias conclusiones. Tener datos para actuar en consecuencia. Y ese es el quid de la cuestión. ACTUAR.

¿Cómo hemos llegado a esta situación en la que nuestros representantes políticos, nuestros cargos públicos, hacen lo que les viene en gana impúnemente? Todos mienten, todos manejan, todos (en mayor o menor medida) buscan su beneficio personal por encima del interés común. Y nosotros nos limitamos a votar cada cuatro años, condicionados por la sarta de mentiras que nos venden los medios de comunicación que van a sacar tajada de la victoria de uno u otro candidato. Roban, mienten, medran y luego compran espacios en los medios de su cuerda para vendernos "su" verdad, o utilizan a los jueces de su bando para salir con más o menos mancha de sus felonías.

La generación anterior a la mia y me temo que todas las posteriores (incluyendo la mia, claroestá), hemos alimentado y permitido este cuadro. Claro, la comodidad era muy tentadora, y realmente no ayudó lo bien que hemos vivido tras el esfuerzo de regeneración que supuso pasar de una dictadura a una democracia, a la que ahora comienzan a vérsele las arrugas, las grietas y las manchas. Al calor del dinero fácil (prestado), de la abundancia y del consumo desatado hemos vivido entretenidos con pisos más mejores, TVs de plasma, ropitas de marca, iphones y viajes al extranjero. Y poco a poco hemos ido adormeciendo nuestro espíritu crítico, nuestro músculo de demanda a nuestros representantes, que sabían cómo mantenernos callados. En contadas ocasiones hemos sacrificado nuestro bienestar para hacernos oír por encima del clin-clin del buen vivir. Dos o tres huelgas generales y otras tantas mega-manifestaciones, es lo máximo que hemos concedido para callar conciencias propias (cuando no hacer seguidismo de determinadas consignas del partido en la oposición o de los sindicatos despechados). Poco a poco hemos ido arrinconando nuestras quejas, nuestras demandas, restringiéndolas a charlas de bar y tertulias con los familiares a la luz de las velas. Allí donde poco daño pueden hacer a quienes mandan, o a quienes quieren mandar y necesitan de nuestro adocenamiento.

Hemos terminado por conformarnos con poner a uno malo para quitar a otro peor, viéndonos obligados a elegir cada cuatro años entre el payaso A y el payaso B porque creemos que no tenemos más que decir. Va siendo hora, de dejar de culpar a nuestros mayores del mundo que nos han dejado y ponernos manos a la obra. Al menos deberíamos INTENTAR cambiar aquello que no nos gusta. Y por supuesto no hablo de esperar cuatro años a meter un papel en una urna para creernos que estamos eligiendo a alguien. Cada vez existen más cauces para intentar influir en las decisiones que toman nuestros gobernantes: asociaciones vecinales, ONG, recogidas de firmas, propuestas de leyes, adhesiones a iniciativas populares...

Por supuesto, no soy tan ingenuo de creer que cualquiera de nosotros pueda tener influencia en todo un pueblo, una ciudad, una región o un país. Nuestro ámbito de influencia es mucho más pequeño: amigos, compañeros de trabajo, familia. Pequeño, pero existe. Debemos estar informados para informar a su vez. Para poder discutir con argumentos. Tener el músculo entrenado para despertar conciencias, para poder abrir mentes (ajenas y propias, que aunque muchas estén más cerradas que ostras, alguna habrá receptiva), para convencer y permitir que nos convenzan.

Y que conste. No creo que todo ese esfuerzo sea merecido por muchos de nuestros "semejantes". Nos rodean grandes cantidades de estupidez que se merecen casi todo lo malo que les pasa. Y claro que me dará por culo, cuando algún gañán se beneficie del esfuerzo realizado por quienes busquemos mejorar las cosas. No lo puedo evitar. Si esas mejoras son aprovechadas por el gilipollas de turno, me taparé la nariz y trataré de convencerme (con gran esfuerzo por mi parte) de que lo hice por mi mismo, y por las personas que aprecio. No me queda otra.

Cada día que pase sin intentar que lo que nos rodea a cada uno de nosotros cambie para mejor, será un día más en el que podremos excusar nuestra cobardía amparándonos en lo injusto que es toda la mierda que nos han dejado, sin darnos cuenta que esa mierda se ha ido acumulando gracias a nuestra pereza, gracias a nuestro reparo a remangarnos y ponernos a limpiar.

0 comentarios: