De lunes


No sé si es algo aprendido en casa (probablemente), asimilado en la escuela (menos factible) o aprendido en la calle (lo dudo), pero siempre, en cada cosa que he emprendido en la vida he puesto todo mi empeño en hacerlo lo mejor posible. Fuera lo que fuese. Si se esperaba algo de mi, he hecho lo posible por cumplir esas expectativas. ¿Virtud? ¿Defecto? Aunque la respuesta parece fácil, os aseguro que sólo a veces es una, siendo otras muchas veces el otro. Dependerá del caso concreto, del momento, del lugar... Pero sobre todo dependerá del coste y de la recompensa. Y ese es precisamente el problema.

Antes de nada, aunque son muchos los ámbitos en los que podríamos aplicar el asunto en cuestión, conviene concretar para no irnos por las ramas. Siendo el tema jodido si lo aplicamos a lo personal (amigos, familia...), por la irremediable tendencia a esperar de los demás como mínimo lo mismo que uno ofrece, no es de lo que me interesa hablar ahora. Centrémonos en el ámbito de lo laboral. Y para acotar aún más, restringiremos la reflexión al trabajo por cuenta ajena (asalariados), dejando de lado el trabajo por cuenta propia (autónomos/empresarios).

Desde que comencé mi andadura profesional, siempre creí que el trabajo bien hecho conllevaría cierto reconocimiento. Que si sabía hacer ver a mi jefe o responsable, el esfuerzo realizado y los resultados obtenidos como consecuencia de ese esfuerzo, ello me llevaría a ganar respeto, consideración, más pasta y/o galones. No nos engañemos, todos trabajamos por una de esas cosas. Nadie lo hace por amor al arte. ¿O sí?
En mi caso, al principio me conformaba con dejar de ser dejar un subcontratado para pasar a ser un empleado de plantilla final. Además, contaba con la ventaja de mi natural predisposición a trabajar con ganas, buscando la excelencia en cada tarea. Como Florentino y su Madrid. Hay que ver cuánta tontería...

Aunque cuento con algunas virtudes, entre ellas no está la de "calar" a gente y situaciones cuando en principio no son lo que parecen, así que sólo después de diez años me he dado cuenta de que nada de eso importa. En mi entorno (y me atrevería a afirmar que en el vuestro, sea el que sea, ocurre lo mismo), en realidad da igual si tu trabajo es excelente, bueno o mediocre. Diría más. En ocasiones incluso da igual si es malo. El resultado será el mismo. Nada. ¿Y qué termina ocurriendo si nadie te va a premiar si haces algo bueno, o te va a castigar si haces algo malo? Pues que, en la mayor parte de los casos, se tiende a la ley del mínimo esfuerzo. Si voy a esforzarme para conseguir un resultado de 90/100, pero resulta que mi jefe va a valorarme ("tangiblemente" you know) lo mismo que a mi compañero que consigue 50/100, ¿para qué coño voy a esforzarme?
Sólo algunos gilipollas seguimos con la inercia de nuestro juvenil e iluso ímpetu. Pero en situaciones normales, la inercia no dura siempre y el rozamiento termina frenando la marcha. Física elemental. ¿Qué pasará cuando no baste el orgullo propio para hacer tu trabajo con interés y diligencia? ¿Qué pasará cuando, conforme vayas quemando etapas en tu vida y existan otras actividades que demanden mayor parte de tus energías? Bajarás los brazos y te dedicarás a hacer lo mínimo necesario.

Todo esto, no lo he visto sólo en mi entorno. Médicos a los que lo único que se le pide es que reduzcan las listas de espera, que atiendan a un paciente cada cinco minutos, sin importar realmente si dan un servicio de calidad. Profesores y maestros a los que no se premia su buena labor, metiéndolos en el mismo saco que a mediocres que pasan olímpicamente de sus alumnos. Funcionarios administrativos que cobrarán igual, hagan lo que hagan. Dependientes de tiendas y comercios que atienden al cliente con evidente dejadez (cuando no maleducadamente) porque saben que nadie (muy pocos) pondrá una reclamación. Reyes del escaqueo que, ante cualquier tarea hacen lo posible por hacerte ver que con ellos no va la cosa. Infractores de normas de buena conducta y de leyes amparados en el "si lo hacen los demás por qué no yo?", que cuentan con la laxitud de todos a la hora de exigir su cumplimineto (miedo, pereza...). Políticos cuyos errores/engaños/mentiras no se verán penalizados por un electorado que olvida rápido y perdona fácil... Kilos y kilos de ejemplos tengo. Toneladas diría yo.

En mi opinión, varias pueden ser las causas del problema. Complementarias todas ellas. A bote pronto se me ocurren algunas (pero, vamos, si se os ocurre alguna más sentíos libres de compartirlas con cuatro gatos):

* Nuestros jefes, nuestros responsables, no tienen ni puta idea de cómo motivar a sus empleados. O si lo saben, no quieren hacerlo. No existen cauces para premiar al que mejor lo hace. O si los hay, se los saltan a la torera.
* En muchas ocasiones, tampoco cuentan con facilidades a la hora de prescindir de los que hacen mal su trabajo. O no pueden, o no saben o no quieren, reprobar a quien no vale. A unos cuantos he visto que habiéndola cagado bien cagada, no una ni dos veces, se han ido de rositas.
* En aras de maximizar beneficios, se minimizan los recursos destinados a una tarea, lo que dificulta que dicha tarea salga todo lo bien que debería. ¿Por qué? Porque lo importante no es que salga bien, sino que salga. Cumplir objetivos sin atender a la calidad del producto. ¿Por qué? Porque este es un país de gañanes en el que no se valora las cosas buenas (cualitativamente hablando), sino las cosas baratas y que cumplan, sin más.


Y luego resulta que no somos competitivos, que nuestra juventud es Ni-Ni, que hay millones de mileuristas...

Hablando de este tema con un compañero de trabajo, comentábamos la diferencia que podría haber entre un joven que entra a trabajar en un Burger King en España y en Estados Unidos. Lo que nos han vendido (¿será verdad?), es que el yanqui con esfuerzo, trabajo duro, si logra destacar, podría pasar a encargado, gerente, director de línea, patatín y patatán. El sueño americano lo llaman ¿no? Seguro que no es así en todos los casos, pero quizás alguno se haya dado. ¿Que deriva de todo ello? Gente emprendedora, competitiva y que valora el esfuerzo y los resultados (quizás más esto último).

¿Y en nuestra bien querida patria? El españolito ya se puede dedicar a poner hamburguesas como Dios, con eficiencia y diligencia que difícilmente llegará a algo como no ponga la hamburguesa precisa, en el momento adecuado y a la persona idónea. No sé... El Emilio Botín de turno que tenía antojo de carne 100% de vacuno y ese día estaba bien follao... ¿Qué obtenemos entonces? Un país de pillos, listos y avispados. De oportunistas.

Y claro, los que jugamos otra liga, los que no contamos con la capacidad de jugar ese "otro futbol" que decían que era necesario para ganar el mundial, nos tenemos que conformar con habitar en la mitad de la tabla, aspirando como mucho a la Europa League o rezando para que no venga una plaga de lesiones y nos conduzca al pozo de la segunda división.

Se acabó el espejismo, así que con su pan se lo coman.

P.D: Y justo antes de publicar este post, al hilo de la conversación de sobremesa, un colega me manda el siguiente enlace: http://www.elpais.com/articulo/carreras/capital/humano/Explotacion/remunerada/elpepueconeg/20100314elpnegser_5/Tes#. Que casualidad....

3 comentarios:

Moral y Política dijo...

Pues sí, es así. Dicen que lo que realmente nos faltó para ser de otro modo fue un paseo por la ética protestante. Y otros dicen que lo que realmente nos sobró fue toda una estirpe de Austrias y Borbones que nos hizo caminar al toque de la Santa Madre Iglesia. Ya se sabe, hagas lo que hagas al final si tienes un segundo te podrás arrepentir y de ese modo entrar en el reino de los cielos.

Este es el país de la cooptación, y todos hemos hecho lo posible por instalarnos en ese sistema que daba garantía a los nuestros algunos lo lograron, los mas no.

A veces me doy una vuelta por las páginas salmón de El País los domingos, muchos de esos jóvenes/as colocadas de directores, manager store, account senior, y demás tienen unos apellidos que suenan, suenan mucho. Así se hacen las cosas.

Un abrazo

Anónimo dijo...

En los paises latinos somos muy dados a la protección de la familia y por extensión de los amigos. Como dice el sabio refranero español: "el que tiene padrino se bautiza". Si no encuentras ese padrino entre familia y/o amigos lo tendrás siempre más difícil pues no todos los días se pasa Emilio Botín por el Burger!

En cualquier caso, esto no debería estar reñido con cumplir contigo mismo y sentirte satisfecho al completar una tarea bien hecha. No sólo de poder y dinero vive el hombre!

Ciao!
JC

luismi dijo...

Gracias a ambos dos por vuestros comentarios.

En esas estamos, conformándonos con estar bien con nosotros mismos y con los que nos rodean en el trabajo. Al final, es la única rama a la que podemos asirnos los que tenemos falta de un "protector". Nos sirve para ir tirando y compensar la frustración que nos genera, el hecho de que nuestro trabajo no sea valorado como se merece.

Por supuesto, siempre se agradece el apoyo y reconocimiento de los cercanos, pero me temo que ese es el palo que nos dejan morder los que mientras tanto, promueven y promocionan a base de padrinazgos y amiguismos.

En mi opinión las personas deberían ser valoradas por lo que hacen, no por quienes son o a quién conocen.