λ6: A través del espejo


Pues resulta que la aparición que sufrió mi excompañero de trabajo no resultó sino la punta del iceberg. Después vinieron más. Como un virus hambriento, voraz, los "espejismos" fueron extendiéndose entre las personas de mi entorno. El frutero me preguntó si me gustaron las chirimoyas que me llevé el otro día; la panadera sacó de debajo del mostrador el pan de cereales que según ella le había reservado la tarde anterior; el kioskero me recordó que ya había pedido al almacén el DVD de El Resplandor que según él le había pedido unos días atrás, y una señora a la que no había visto en mi vida se disculpó por haberse tenido que ir tan rápido ayer, sin tiempo para agradecerme haberle ayudado a cambiar la rueda de su coche.
Pero es que, ni lunes al sol en el parque, ni chirimoyas, ni pan de ese con pipas, ni pedido de cuarto y mitad de Jack Nicholson con hacha corriendo entre la nieve, ni suciedad en las uñas por cambio de ruedas... Nada de eso. Nunca tomé parte de esos actos.

Como una epidemia, se extendía una idea de Luismi que no se correspondía a mi recién descubierta, íntima y cruda realidad. O a lo que coño sea lo que tengo ahora. Según iba perdiendo pertenencias, máscaras, disfraces, sentimientos, usos y costumbres, y en paralelo iba saliendo a la luz lo que empezaba a considerar como mi verdadero ser, ese cuya caldera siempre está encendida y gusta de ir al choque, algo ocurría en el mundo exterior. Algo (o alguien, o algunos...) conspiraba por crear una existencia paralela de mi, resistiéndose a que ese personaje creado durante largos años, que tanto les había dado y del que tanto habían obtenido, se perdiese en el olvido.

¿Qué era? ¿Era mi entorno (gentes, lugares, momentos) lanzándome indirectas para que luchase contra esa sangría, contra esa herida abierta por la que se escapaba todo mi ser acumulado durante tanto tiempo? ¿Era la realidad creando una imagen de mi que equilibrase la balanza? ¿Un Ying que contuviese el Yang? ¿O era yo mismo que en una especie de vigilante sonambulismo, cual Jekyll atareado, pugnaba por compensar la desidia de mi Hyde? Todo eso se me pasaba por la cabeza...

Y el caso es que esas apariciones, invención o no, me tocaban los cojones bastante. Vale que en un principio, me había sentido hueco, había creído que sin todas esas muletas desarrolladas durante toda mi vida, iba a caer sin remedio en un pozo sin fondo. Pero conforme, fueron transcurriendo los días, me fui habituando a mi nueva situación, como se acostumbra la vista a la oscuridad pasado un tiempo. Aprendí a convivir con Mr Hyde. Aprendí a quedar mal y a soportarlo. Aprendí a pasar olímpicamente de las miradas de reojo, de los comentarios a la espalda, a dejar tras de mi galope un camino pelado y no sufrir por ello. Coño, ese era yo sin parches ni remiendos. Sin buscar gresca porque sí (al menos de momento), pero también sin esfuerzos para dar una imagen que agradase a todo y todos. Lleno, repleto, de imperfecciones y sin obsesionarme por ocultarlas o solucionarlas.

Claro que mi nuevo yo no era del agrado de mis conocidos, no te jode. Acostumbrados como estaban al Luismi bienqueda, bisagra y vaselina de múltiples conflictos. Ellos preferían al Luismi con copete de nata y guinda encima. Al que no iba a provocar enfrentamiento alguno y les diría aquello que querían oír, lo más oportuno en cada momento. Pero ese Luismi, para bien o para mal, se había ido quien sabe dónde, y estaba aprendiendo a querer en lo que me estaba convirtiendo. La seducción del lado oscuro. Así pues, tras la zozobra inicial, estaba dispuesto a defender lo que al fin y al cabo era en esos momentos...

Y en esas estaba, cavilando mientras vagaba sin rumbo por la calle cuando, al girar la esquina, le (¿me?) vi. Con sus (mis) vaqueros, con su (mi) camiseta favorita, el dedo metido en la argolla de sus (mis) llaves, girándolas ufano. Tin, tin, tin. Ahí estaba YO mismo, ayudando a una ancianita a cruzar la calle. No sé por qué extraña razón, pero no me sorprendió en absoluto. En su lugar me entraron unas ganas locas de estrangular a ese puto fraude. Ese falso (por partida doble) Luismi de nubes de algodón y sol de primavera.

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