Presunción


El triste caso de la niña fallecida en Tenerife y cuyo padrastro se vio envuelto en un revolú de acusaciones de maltrato, violación y asesinato viene al pelo para hilar dos de los más recientes posts de este blog. Antes de nada, disculpas por las auto-citas, pero son interesantes como precedentes para conocer cuál es mi sentimiento ante lo ocurrido a este hombre, Diego P.
En "Miserables" me desahogaba ante la desazón que sentía ante un caso de maltrato de un bebé de dos años ocurrido en Málaga no hace mucho. Aunque mi proverbial cautela me hacía utilizar una vez la palabra presuntamente y otra utilizar el condicional al asegurar que "Los muy hijos de puta podrían haberle dado tal paliza a sus dos hijos mellizos [...]", resulta sintomático cómo un tío tan prudente como yo, puede haberse dejado llevar de esa manera.
Y en este punto, vamos a por el otro post. Se trata de "Masoquismo (el mio)", en el que me lamentaba acerca de ese compulsivo consumo de información a través de los muchos y más variados medios de comunicación que me asalta sin remedio. El post lo terminaba con la siguiente reflexión: "[...] Hay que andar con mucho ojo para no terminar formando parte de un rebaño de borregos que el pastor de turno mueve a su antojo en busca de más y mejor pasta. Huy, digo pasto".

Entiendo que, como empresas privadas que son, su objetivo último sea ser rentables, ganar dinerito (clin, clin, clin). Pero cuando el medio de comunicación antepone eso a su obligación de dar una información no ya objetiva (eso sería pedir mucho, y ya es lamentable que tengamos que asumir su imposibilidad), sino veraz y contrastada, pierde todo sentido de ser.
Ahora los medios compiten entre sí por ser los primeros en dar la noticia, los que den más imágenes (y más explícitas), los que den más información... Y si para ello, se tienen que saltar el principio de presunción de inocencia, pues sea. Pasa en este triste caso del linchamiento público del padrastro de la niña fallecida. Pasa también en los casos de corrupción en los que antes de que alguien sea acusado formalmente, se airea que ha sido imputado (palabra de moda), sin dejar bien claro que eso sólo significa que existe la posibilidad de que una persona sea responsable de la comisión de un delito. ¿Qué ocurre entonces? Que nosotros, el pueblo llano, nos sentimos azuzados por la voraz y descarnada competencia de los medios de comunicación que pugnan por dar la noticia del día, inspirados a su vez por el más noble sentimiento olímpico de más alto, más rapido y más fuerte. Así, nos quedamos con los titulares gruesos, y no nos cuesta nada condenar de antemano a aquellos, presuntos, a aquellos inocentes por defecto, hasta que no se demuestre lo contrario.

Sé que los medios de comunicación no son los únicos responsables. En un caso, los médicos que fatalmente erraron, en otro los cuerpos de seguridad y organismos judiciales que no protegen la privacidad de los imputados, exponiéndolos a la vista de las cámaras o filtrando sus nombres y cargos. Pero sí son los medios de comunicación los que dan pábulo a esas acciones, y los que hacen llegar a los borregos que formamos el rebaño esa su Verdad.

Escuchaba esta mañana a Fernando G. Urbaneja, a la sazón presidente Federación Española de Asociaciones de Prensa, en una tertulia de Punto Radio. Resulta que, a preguntas del director de la tertulia, opinaba que en el caso de la niña fallecida en Tenerife, los medios en términos generales hicieron bien su trabajo, dado que basaron sus informaciones en fuentes de información creíbles y oficiales (los médicos del hospital donde fue atendida la niña). ¿Y? ¿Basta con eso? Viva el corporativismo.
Otro tertuliano decía que los buenos y los malos periodistas se distinguen en que saben reconocer errores y pedir perdón, y que la prensa es la única que lo ha hecho en este caso. ¿Y? ¿Basta con eso? Viva la complacencia.

¿Dónde queda el sufrimiento que puedan padecer todas aquellas personas que, habiendo sido juzgadas y condenadas de antemano por la opinión pública, resultan ser finalmente inocentes?
Por lo general, la ciudadanía no se entera de los que no se cuenta, así que, ¿por qué no se tiene un poco más de cuidado con lo que se dice? ¿con la información que se obtiene y que luego se da? Deberíamos exigir que los medios de comunicación respetasen la presunción de inocencia y la privacidad de todas aquellas personas implicadas en sucesos y posibles delitos. Cualquiera de nosotros podría ser el siguiente en la pira. Un mal resbalón de nuestro hijo o sobrino, una falsa acusación, un error policial o judicial y ya tienes garantizada a la puerta de tu casa a la jauría de cientos de borregos azuzados por nuestros buenos amigos de los medios de comunicación al grito de ladrón, hijoputa, asesino, sinvergüenza, tevamosamatar.

P.D: Pero si hasta cuando te quieren ayudar, da la impresión que lo único que les interesa es hacer caja, por Tutatis...
Léase (si se quiere) la entrevista que le hace la Radio Canaria a Diego P.

1 comentarios:

Moral y Política dijo...

Ya he oído esa excusa en otros medios. "Nosotros, lo único que hemos hecho ha sido leer el informe médico" y añaden: "No maten al mensajero".

Marc Vidal lo decía bien en TV3, la mayoría de los medios no están a la altura del tiempo en que estamos viviendo forman un oligopolio que se reparten muy amigablemente los nichos del mercado.

Saludos,