Masoquismo (el mio)


Y digo yo, ¿qué me empuja a tragarme todos los días las medias verdades, las manipulaciones, las informaciones sesgadas, las opiniones tendenciosas con que nos regalan los oídos radios, televisiones, periódicos y demás medios digitales? ¿Qué necesidad tengo de lidiar con tantos y tan distintos? Sí, vale. De acuerdo con que si sólo dejas abierto un canal de comunicación con la realidad circundante, reduces el abanico de opiniones. Vale también que si además, de ese abanico, tan sólo te quedas recurrentemente con una de ellas, corres el riesgo de convertirte en miembro de un clan, seguidor de una sola "verdad" (más bien ficción, en muchos de los casos), con las consecuencias que de ello se derivan, peazo borrego.

[Aún a riesgo de negar la mayor y tirar por la borda este post, antes siquiera de haber podido desarrollarlo, un breve paréntesis. Habría que preguntarse si es realmente conveniente mantenerse informado... Aunque la información sea objetiva (si eso fuera posible), ¿qué te aporta? ¿qué te quita? Esa reflexión de calado, merece un post para ella solita. Ignorancia vs Conocimiento... Sólo una perla para ese próximo post. Ignorance is bliss, es un dicho anglosajón. Algo así como la ignorancia es el éxtasis]

Pero al asunto que me pierdo (as usual). Lo que yo quería decir es, ¿qué me obliga a flagelarme todos los días con "informaciones" y opiniones tan groseramente parciales?

En lo que respecta a mi medio favorito, el aRadio, éste es el "mapa de los sonidos del luismi":
Por las mañanas me levanto escuchando la SER. Todo el mundo sabe de qué pie cojea el matinal conducido por Carles Francino. Aunque últimamente dé algo más de caña por los bandazos del gobierno en lo económico (aunque otros vean revanchas del grupo PRISA por el tema futbolero), siempre se ha alineado con posturas progresistas. Como por herencia y experiencia acumulada siempre me he considerado más progresista que conservador en lo social, podría decir que me siento "cómodo" en esa escucha. Eso no quiere decir que no reconozca las informaciones partidarias o tendenciosas cuando se producen (que lo hacen). De todos modos, por si acaso se me escapase alguna, y para no regalar mis oídos con una única "verdad", me doy una vuelta por la acera de enfrente y la del medio (si es que alguna vez existió).
En el camino al trabajo, antes me daba un rulo por la COPE para escuchar al infame Losantos. Muchas veces me hervía la sangre con las cosas que oía, pero ahí aguantaba yo. ¿Por qué? Ni idea. A veces lo he asociado a ese impulso irrefrenable a quedase mirando cuando nos cruzamos con un accidente de tráfico. O no sé si sería que me cargaba las pilas... Cuando dieron la patada al ínclito Federico, me volqué más en Punto Radio y Onda Cero. Alternativamente salto de uno a otro, asombrándome ante la "parcialidad" del sibilino de Don Carlos Herrera y su cohorte de furibundos liberales recelosos del "estado diablo", o dándome de bruces con lo parcial y sesgado que me resulta Félix Madero (que lástima el cambio de José M. Piñero en el tramo hasta las 8 de la mañana que nos alegraba el día...), cuyo programa salvan algunos de sus tertulianos, léase Fernando Jáuregui, Fernando G. Urbaneja o Javier Nart (cuya pedantería siempre me ha hecho mucha gracia). Por supuesto no me refiero a ese insulto a la inteligencia que se llama Curri Valenzuela, tertuliana (?) del programa, que lleva camino de convertirse en la sustituta de Jiménez Losantos en mi auto-flagelo. Ahora no sé si decir si por suerte o por desgracia, pero esta señora (?) sólo aparece los jueves. A RNE no suelo acudir porque mi ración de información pública ya la tengo a través del televisor, y la radio de los curas ha perdido todo el morbo.

Veamos qué pasa con la televisión. Estando como estoy hasta las mismísimas narices de este medio, deciros que no paso más de dos horas al día frente al televisor. Una la dedico a ver alguna serie grabada y otra a saturarme con más información. Para ello el elegido es el Telediario de La 1 de TVE y a veces (las menos) el de Antena3 (por contrastar). En mi opinión aunque a la Radio-Televisión pública le costará quitarse la etiqueta de vocero del gobierno, mal que les pese a muchos, la de hoy en día es la más objetiva de cuantas haya habido en su historia (por la cuenta que le trae, porque es la más controlada desde el Parlamento). Sus profesionales me parecen los mejores de la televisión: el añorado Lorenzo Milá, Pepa Bueno, el tándem María Casado/David Cantero... Aunque sea ir a contracorriente de las preferencias de mucha gente, me cuesta mucho más ver a Matías Prats, cada vez más caricatura de su propia caricatura. De vez en cuando me paso por LaSexta, pero sólo para alegrarme la vista, porque en cuanto a información se les ve demasiado el plumero.

Los periódicos... He de decir que ahí fallo. Sólo compro El País, pero por costumbre, no por convicción. Cuando cae en mis manos El Mundo o el ABC, los leo. A la prensa escrita se le notan mucho más las filias y las fobias (quizás porque la letra impresa perdura en el tiempo, no como las ondas hertzianas), así que le estoy cogiendo un poco de manía. Cada vez me da más pereza leer el periódico, así que llevo tiempo empezando por el final, donde habitan las noticias más ligeras.

Creo que el futuro está en Internet, pero cuesta abrirse paso entre tal cantidad de posibilidades. Hoy en día casi cualquier periódico, agencia, localidad, grupo de amigos... puede montar una web de noticias. Discernir quién cuenta cada cosa para poder tomarlo con las debidas cautelas, se ha convertido en una ardua tarea.

¿Y qué queda después de todo este vía crucis de información/desinformación/propaganda/clientelismo/servidumbre? Saturación neuronal y la sensación de que sólo sabes lo que te dejan saber. La sospecha de que, la mayoría de las veces no eres más que un arma arrojadiza en manos de un grupo de intereses. ¿Merece la pena? Tener una opinión formada de los temas y poder sacar conclusiones acerca de cómo nos afectan, tiene sus peligros... Hay que andar con mucho ojo para no terminar formando parte de un rebaño de borregos que el pastor de turno mueve a su antojo en busca de más y mejor pasta. Huy, digo pasto.

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