Pequeño (****)


Más allá de las filias, fobias, ascos, repeluses, admiraciones o demás, por parte de los discípulos, seguidores, detractores u odiadores profesionales, hay que reconocer que este Bunbury hizo con Pequeño uno de los mejores discos que se hayan podido hacer en la música (reciente) española (o, que coño, de todos los tiempos).
Hay que reconocer que el personaje Bunbury, excesivo, histriónico, remedo de Jim Morrison, Dylan o quien toque en cada momento, puede llegar a cargar en exceso. De ahí que este tipo no deje indiferente a nadie (excepto a los muy equilibrados): o le aborreces o le amas. Pero no querría dejarme llevar por los lares comunes cuando se habla del antiguo líder de Heroes del Silencio, sino centrarme más bien en su música.

Tras un comienzo titubeante (todavía buscándose en Radical sonora), Bunbury dió en el clavo con Pequeño. Un trabajo que ya apuntaba la querencia por el cabaret y la teatralidad que ha desarrollado desde entonces, y que nos dejó pequeñas obras de arte. Que yo sepa (reclamo el consejo de los más sabios) allá por 1999, nadie en el panorama de la música española encaraba sonidos como los que parió Bunbury, con poca presencia de guitarras y plagado de secciones de cuerda envolventes e inquietantes, recurriendo a acordeones, xilófonos, órganos y sintetizadores, etc. Canciones sentidas, teatrales, letras profundas, ritmos hipnotizadores, con un tempo más lento que el que utilizaría después a partir de su siguiente trabajo Flamingo´s.
Hace poco he vuelto a escuchar Pequeño y, tratando de clasificarlo en mi biblioteca iTunes, he vuelto a escuchar canciones ya encumbradas y que han perdurado en la memoria del aficionado a la música como, El extranjero (cabaretera, circense, zíngara...), El viento a favor (qué construcción melódica, qué letra, bálsamo para perdedores y caídos) o De mayor (mandolinas mediterráneas, vientos, efectos y percusiones circenses de nuevo). Pero también me he reencontrado con otras aún más potentes como las enormes ¿Dudar?, quizás (arábiga y climática), Infinito (teatral, porteña, mariachi...), Contradicción (impresionante, in-crecendo brutal que cierra el disco), Robinson (evocadora, espacial) o Demasiado tarde (acuática, con el estribillo más rockero del disco o con esos interludios pianísticos y bajísticos). O también con las fantásticas Algo en común (inquietante tema que abre el disco), Sólo si me perdonas (grandilocuente y obsesiva), Lejos de la tristeza (ecléctica: cha-cha-cha o bossa nova, tango, todo en uno..) o Bailando con el enemigo (melancólica, vientos y cuerdas recursivas).
Cuánto tiempo sin disfrutar de estas canciones. Qué feliz reencuentro, Pequeño.

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