Proseguimos nuestro vagabundeo por la zona, pero no entramos en ninguna otra tienda. No sé, el Soho me ha decepcionado un poco. Quizás sea el día, el calor, los Telerín o qué se yo. Quizás sea una zona más enfocada a cenas y copas. A saber. En tal caso, me temo que lo dejaremos para otra ocasión.
Bajamos por West BroadWay St para echar un vistazo a TriBeCa (Triangle Below Canal), otra zona con nombre. Al llegar a Chambers St giramos a la derecha hasta llegar al Washington Market Community Park. En él descansamos durante una media hora, observando como un montón de niños juegan alrededor de un chorro de agua que sale del suelo. Es un rincón fantástico.
Es curioso. Cuando piensas en NY, lo haces en zonas y gentes como las vistas por la mañana en la zona financiera, trajeadas, elegantes, corriendo de acá para allá; o en películas y series de TV donde pasan cosas de lo más increíbles; o en el noticiario donde se cuenta algún suceso... pero no sueles pensar en niños jugando en un parque y en padres que salen a buscarlos a la salida del trabajo. Obviamente existen, pero no asocias los conceptos NY y "vida del día a día" hasta que no los ves in situ. Creo que esa es la "trampa" de NY. Se trata de una ciudad que has visto mucho, pero sólo en situaciones (ficticias o reales) extraordinarias (en el sentido literal de la palabra). Pero llegas, ves una escena como la descrita de los niños y los padres (de lo más ordinario, por común), y es como si vieras algo fuera de lugar. Como un pingüino en el desierto.
Ya son cerca de las cinco y media de la tarde y estamos tan cansados que pasamos por completo de andar más. Salimos del parque en dirección Hudson St con la esperanza de coger un bus que nos suba por la 8ª avenida. La idea es bajarnos en algún lugar cerca del Empire State Building y hacer uso de las entradas que saqué por Internet. Así comparamos con el Top of the Rock (el observatorio del Rockefeller Center al que fuimos antes de ayer).
Después de esperar durante 10 minutos en la parada de bus, vemos que asoma al fondo de la calle. Se acerca a la parada pero no reduce la velocidad. Pasa de largo mientras el conductor señala a la parada. Leo lo que pone y nos percatamos de que esa parada no es útil hasta dentro de un par de horas. Maldición (¡AL LORETE! 2º consejo: Existen paradas de autobús en las que éste sólo se detiene en determinados rangos horarios. Si no quieres hacer el canelo, fíjate bien en la hora que es y en lo que figura en la señal). Nos toca subir más de 1 km hasta encontrar la siguiente parada hábil de esa línea de autobús. Y el calor no cesa.
Finalmente, 5 minutos más tarde, el autobús se digna a recogernos. Está petado así que tenemos que ir de pie en la parte de adelante. Al menos no hace tanto calor como en el exterior (más bien hace demasiado fresco de nuevo, así que chaquetilla al canto). Unas cuantas paradas después llegamos hasta el Madison Square Garden, donde nos bajamos. Avanzamos por la 34 St hasta llegar a la 5ª Avenida, donde sólo tenemos que subir dos calles para llegar al Empire State Building. Al llevar las entradas sacadas, confiábamos en no tener que hacer muchas colas. Error. Al parecer, para subir al Empire State te comes colas infinitas para todo. Para pasar el primer control de seguridad, para coger el primer ascensor, para sacarte la foto obligatoria (aunque luego no la vayas a comprar), para coger otro ascensor que te sube hasta cinco pisos por debajo del observatorio. Todo ello muy regulado, con vallas y cordeles que mueven a la gente como ganado. Si no tuvimos que esperar en total más de 45 minutos, no esperamos ninguno. Para más inri, debía haber algún problema con los ascensores que subían los últimos cinco pisos, por lo que una señorita nos informa que debemos elegir: o 20 minutos de espera en la cola o subir andando los últimos cinco pisos. Como alma que lleva el diablo, encaramos las escaleras. Si hombre, para más esperas estoy yo.
Cuando alcanzamos el observatorio me quiero morir. Está petado. Hasta dos filas de personas delante de la verja. Giramos 360º y todo está igual. Nos armamos de paciencia y resignación, y buscamos huecos. Van listos si piensan que después de todo lo esperado vayamos de irnos de ahí sin ninguna foto. Consigo abrirme paso para tirar unas cuantas. La verdad es que las vistas son espectaculares. Distintas a las de Top of the Rock, no sé si será por la altura (aunque no es mucho más) o la perspectiva, pero la sensación es distinta. Quizás se vea todo mejor o más nítido. No sé. De todos modos, como ambos estamos un poco agobiados con tan poco espacio y tanta gente chocando entre sí y pugnando por una micra de terreno, nos quedamos 10 minutos más y decidimos bajarnos. No habremos estado arriba más allá de 25 minutos, así que los sentimientos acerca de la visita al Empire State son contradictorios. Bonito sí, pero ¿a qué coste? (¡AL LORETE! 3er consejo: Si quieres subir al Empire State, vete bien pronto. Parece que es la única manera de evitar esperas infinitas y estrecheces en el observatorio).
El sol está cerca de ponerse y va siendo hora de dirigirse a Bryant Park. Ya el primer día que llegamos a NY, cuando de retirada camino al hotel nos dimos de bruces con el parque, nos pareció un rincón con mucho encanto, en el que, además, estaba teniendo lugar un ciclo de cine al aire libre. Resulta que hoy Lunes 10 de Agosto, a la hora del sunset (puesta de sol), está programada la proyección de "The Magnificient Seven" (Los 7 magníficos), y me moría de ganas de ver cómo se las gastaban los neoyorquinos en eventos de ese pelaje. Al llegar al parque, nos quedamos impresionados.
Toda la zona de hierba está literalmente plagada de espectadores tumbados o sentados en sus mantas. Los alrededores de la zona sembrada, están tomados por espectadores sentados en las miles de sillas plegables y mesas de terraza que esperan al comienzo de la película, mientras cenan una ensalada, sandwich, café o similar. Otros, pasan el tiempo alrededor de un ordenador portátil que hace uso de la red wi-fi gratuita con cobertura en todo el parque. Miles de personas bajo el trozo de cielo despejado y estrellado, enmarcado por los rascacielos que rodean el parque. Mira que vimos cosas en nuestra corta estancia en NY pero, sin ninguna duda, ese fue el momento más especial de todo el viaje. No sé muy bien por qué, pero estos dos turistillas nos sentimos parte de algo. En el mismo parque, vimos dos especies de kioskos en los que se vendían sandwiches, ensaladas, cafés, refrescos y demás. Compramos un par de sandwiches y una ensalada, junto con un par de refrescos y nos sentamos en una mesa situada en una diagonal detrás de la pantalla, cerca de una fuente que refrescaba la calurosa noche. En la fuente iluminada, gente acalorada metía los pies descalzos en el agua. Silvi y yo nos descalzamos, estiramos las piernas en unas sillas plegables y nos dispusimos a dar cuenta de la cena. Estábamos en la gloria. Comenzó la proyección con un cortometraje de dibujos animados que levantó las carcajadas del público. Se respiraba muy buen ánimo, pero sin un grito más alto que otro. Tras el final del cortometraje, oímos una cortinilla publicitaria (una especie de Mooooooo-Vi-Re-Cord, pero de HBO, la cadena por cable estadounidense) y de pronto todo el público se pone en pie y comienza a corear al unísono la melodía y a bailar. ¿Pero esta gente tan cosmopolita no era fría y distante entre sí? Cualquier lo diría. Otro estereotipo a la basura.
Tras dar buena cuenta de la cena, estuvimos como media hora más sentados, disfrutando de la noche. Repartiendo nuestra atención entre el público frente a la pantalla y el ecosistema tras la pantalla compuesto por niños salpicando, pies refrescándose y parejitas retozando. Ya descansados, nos dimos una vuelta por los laterales de la zona de hierba, viendo como la gente cenaba o jugaba al ajedrez. Mucha vida.
Tras ver durante 10 minutillos la película (un pasaje "divertido" en el que uno de los integrantes de los Siete magníficos trata de torear una ternera) y aún con los sentidos en punta, decidimos abandonar el parque. Unas fotillos al Edificio Chrysler iluminado, majestuoso, y ponemos rumbo a Times Square. Qué diferencia. De un sitio en el que podrías estar siempre, a otro en el que te dan ganas de salir pitando. No me entendáis mal. Times Square es impresionante por apabullante: las luces, los anuncios, las pantallas todo lo largos son los edificios. Eso no está mal. Pero ay amigo. Es que no sólo apabulla la luz y el sonido. Es que hay miles de personas. De acá para allá. Cuesta andar. No hay más oasis que una especie de grada en el que (si tienes suerte) te puedes sentar, situada en la parte más norte de la plaza.
Tras el baño de luz, sonido y gente, no queda más que retirarse. Menos mal que el hotel está cerca. En menos de quince minutos dormimos como angelitos tras otro día intenso.
(Continuará)
NY. Día Three (Parte 2)
Publicado por
luismi
on lunes, 5 de octubre de 2009
Etiquetas:
Lugares,
Nueva York
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