Mi piace andare piano, piano


Mi piace andare piano, piano,
como Adriano Celentano
because like this
because like this si arriva lontano.

"Como me amo" - Love of Lesbian


Y todo esto, a cuento de un comentario de un buen amigo que me hizo darle al tarro en el viaje de vuelta a Madrid desde la comarca de Calatayud. ¿Que qué carajo hacía perdido por aquellos lares? Hace un par de fines de semana, tuvo lugar el encuentro anual regido por el tratado de La Latina, mediante el cual, varios amigos y allegados buscan mantener lazos forjados largo tiempo atrás, de momento con resultados más que satisfactorios. Aprovecharé para saludarles y darles la bienvenida a este otro rincón de mi (y que Dios nos coja confesados...) ¡Larga vida al tratado!

Pero al tema que me disperso. El caso es que, quedando el domingo tan sólo la mitad de los participantes en el evento inter-anual, nos acercamos desde Munébrega (donde nos hicimos notar en las frías noches del fin de semana) hasta Ateca, en busca de un lugar para comer. Siendo una población de unos 2000 habitantes, domingo y las 3 de la tarde no creímos tener problemas para encontrar un lugar donde llenar estómagos. Preguntamos a un paisano por algún restaurante. La réplica ya nos deja escamados. ¿Comer un domingo? Mosquis. Confiando en que al buen hombre le hubiese dado un cruce de cables, recurrimos al artilugio del GPS+Internet de la Blackberry de JC. El bicho nos dio dos posibilidades, pero resultó que ninguna de las dos daba de comer ese día a esa hora. El pueblo estaba literalmente muerto. Tres gatos por la calles, todo cerrado. Me descubrí cabreado y molesto con una situación que no me esperaba. ¿Cómo podía ser que un pueblo no tuviese un mísero restaurante que atendiese en domingo? Fue JC quien soltó la frase de marras. Sufrimos el síndrome del madrileño. Traducción: acostumbrados como estamos a tener casi cualquier cosa en cualquier momento, a la disponibilidad e inmediatez, perdemos de vista que no en todos los sitios es igual. A la vista de esto ¿estábamos al tanto de que todas y cada una de las derivadas de disponer de acceso a todo y en todo momento no son necesariamente buenas?

Sí vale. Está genial tener a tu disposición un comercio abierto casi en cualquier momento (chinos, 24 horas), un centro comercial con supermercado abierto casi cualquier fin de semana, un concierto a la vuelta de la esquina, la peli que quieres ver en algún cine un par de kilómetros a la redonda, un bar abierto a cualquier hora, un taxi cerca casi allá donde estés... pero, tal y como yo lo veo, todas esas facilidades tienen su lado oscuro.

En primer lugar, esa disponibilidad total nos hace olvidar que no siempre ni en todos los sitios es igual. Ese tener de todo, ese hacer vivir a nuestros deseos entre algodones, nos ha hecho perder la perspectiva. Cuando voy a Salamanca me pasa para algunas cosas, así que cómo no me iba a pasar cuando voy a Ateca o a Munébrega en el Aragón profundo. A otro nivel claro (no vayamos a herir demasiadas suceptibilidades).
¿Qué problema hay en no tener un kiosko en el pueblo donde comprar la prensa? Cuando preguntamos a una señora del pueblo dónde podíamos comprar un periódico, ella nos dijo que para eso deberíamos ir a Calatayud (a 14 kms). Y si no, al bar del pueblo a compartir el periódico con los parroquianos. ¿Qué hay de malo en eso? Sustituyes la soledad de tu sofá un domingo por la mañana leyendo periódicos y suplementos dominicales, por unas cañitas, aceitunas y charla animada comentando las noticias.

No nos confundamos. Evidentemente, muchas de las facilidades que da la vida moderna en las ciudades son verdaderas ventajas (hospitales, medios de transporte, etc.), pero, si lo pienso bien, otras muchas que consideramos como tales, esas superfluas que nos dan una falsa sensación de bienestar, no lo son tanto. Da la impresión de que somos unos hachas creando necesidades allá donde en realidad no las hay. O mejor, somos unos crédulos del copón, cuando nos dicen que sí, que de verdad, que necesitas todo eso. Y luego vas y te cabreas porque las cosas no son como te has/han acostumbrado.

Definir eso de lo que estamos hablando como el síndrome del madrileño creo que es quedarse corto. En mayor o menor medida creo que la mayor parte de los urbanitas sufren/sufrimos un síndrome parecido. Nos indignamos cuando nuestra demanda puntual no es satisfecha. Es ese vivir deprisa, ese vivir ya y ahora, de inmediato, a toda velocidad, aprovechando cada momento, rehuyendo de los momentos muertos. Evitando "perder" el tiempo o que nuestras estrictas planificaciones "sufran" un hueco.
Toda esta comida de tarro, fue entrelazándose con otros pensamientos derivados de otra situación vivida en Munébrega el domingo por la mañana...(Válgame, anda que no le doy al coco. Ni que fuera gratis). Situación: paseo matutino al canto del menda con Silvi, JC, K y su hijo H, además de B y su hijo L. Saliendo del pueblo nos encontramos con un lavadero común. Cual no sería mi sorpresa, al ver a dos mujeres lavando la ropa en la pila, frotándola contra la piedra. Cáspita. Qué sorpresa ¿Pero eso no se había perdido? Y si... Vamos a ver, no me entendáis mal. Gracias a SanCucufato que tenemos lavadoras. Es mucho más cómodo, dónde va a parar. Cuando me ha tocado lavar algo a mano, te dejas los deditos, las uñas y te cansas. Por ese lado, todo correcto en lo de disponer de lavadoras, pensé. Pero en el fondo había otra cosa. Como he dicho, estamos continuamente buscando modos de ahorrar no sólo esfuerzo, sino también tiempo. Y es ahí donde veo la trampa ¿Para qué? Me temo que la mayoría de las veces NO para hacer una pausa, para dispersar nuestra mente, para dedicarlo a un hobby (leer, escuchar música, hacer torres Eiffel de palillos...), para mirar al techo, qué se yo.
Ese tiempo libre que iba a hacernos más felices, menos dependiente de actividades tediosas y costosas, acaba siendo utilizado para encarar nuevas actividades, nuevas auto-exigencias, nuevas tareas que, en el fondo, terminan atándonos de nuevo. Terminamos "malgastando" ese tiempo "ahorrado". Todo a todo correr. Qué frenesí.

Al menos en mi caso, se impone una instropección del copón, para tratar de disminuir el ritmo y las exigencias. A bote pronto un propósito: creo que me vendrá bien vivir un poco más lento. Trataré de coger la siguiente salida de la autopista y pillar la comarcal. A ver si así disfruto más del paisaje. Os iré informando

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