La verdad, es que ir a Salamanca a ver a familia y a amigos es un filón para nuevos temas que tratar. Guardaré con cuidado algunos hasta que encuentre el enfoque adecuado. Son densos. Mientras tanto, me gustaría tratar uno más ligerito que me llamó bastante la atención.
El caso es que, hablando con alguien muy querido (tú sabes) acerca de las opiniones vertidas en este blog, se me hizo una observación al respecto de algunas de las expresiones y palabras usadas para defender una determinada postura. El artículo en cuestión es el referido a la educación de los jóvenes hoy en día, y la expresión denostada "principios y valores". Se me intentaba hacer ver que esa expresión podría dar lugar a cierta confusión "ideológica", y que podía dar la impresión que defendía cierta manera de enfocar la educación, digamos, bajo un punto de vista conservador.
Eso me hizo pensar y recordar alguna otra conversación similar mantenida hace algún tiempo con otra persona (muy querida también).
¿Por qué expresiones como principios y valores se asocian a una visión conservadora? ¿Quiere eso decir que los progresistas no tienen principios o valores? ¿Y qué opináis de rigor y disciplina? ¿Y si mantenemos que en lo referido a la educación es importante volver a dar importancia a conceptos como respeto, esfuerzo o mérito? Posiblemente, muchos asociarían de nuevo esta opinión a una visión conservadora de la educación... Vamos que huele a rancio. Pues bueno, a no ser que consideren a Almudena Grandes (la que en su columna de hoy de El País menciona estos conceptos) de derechosa de toda la vida, se equivocarían.
Dos cosillas respecto a estas asociaciones tramposas:
- En primer lugar, habría que ver por qué algunos de estos conceptos se asocian al conservadurismo ¿Se han desprendido de ellos los progresistas conscientemente? ¿Se los han arrogado los conservadores? ¿Ambas cosas a la vez? Esto será objeto de análisis en otro post (Quizás no mío. La propuesta no tiene copyright, así que recoja el guante quien quiera)
- Por otro lado, y esto es lo que quería comentar (que hay que ver cómo enrollo) ¿qué subyace bajo todo estas asociaciones? Pues ni más ni menos que nuestros compañeros de viaje los prejuicios.
Vamos a ver de qué hablamos. Según la RAE, por prejuicio entendemos:
1. m. Acción y efecto de prejuzgar (-> Juzgar de las cosas antes del tiempo oportuno, o sin tener de ellas cabal conocimiento)
2. m. Opinión previa y tenaz, por lo general desfavorable, acerca de algo que se conoce mal.
Como puede observarse, las acepciones sugieren en primer lugar precipitación, y en segundo lugar anticipación, empecinamiento y desconocimiento. Inferimos pues, que los prejuicios NO son algo que, en principio, nos guíe "por el buen camino de la lógica y la razón", aquel de las opiniones/conclusiones meditadas y fundamentadas. El de la razón sobre el instinto.
Pero no carguemos las tintas y seamos magnánimos con todos aquellos que, pobres humanos, hacen (hacemos) uso habitual de esos prejuicios. Seamos comprensivos. A pesar de que, como seres racionales, deberíamos evitar en lo posible prejuzgar, este ¿defecto? está impreso en el ADN del ser humano y es casi imposible abstraerse de él. Si los prejuicios no son en un sentido lo serán en otro. Da igual. Quien diga que no los tiene, miente cual bellaco.
Nuestras decisiones, nuestras consideraciones, nuestras opiniones, están basadas en experiencias previas (hasta ahí bien), pero el problema es que tendemos a extrapolarlas y generalizar habitualmente. Por otro lado, en el caso de que no contemos con experiencias propias acerca de algo, solemos basarnos en lo oído (de primera, segunda o tercera mano) o en lo leído, para formarnos una opinión, tomar una decisión, o emitir un juicio. Son éstos últimos los más peligrosos. Los prejuicios derivados de experiencias ajenas, SIEMPRE deberían ponerse en cuarentena (por un simple tema de fiabilidad) tomando con mucha cautela lo oído/leído. Pero diría más. Incluso para aquellos prejuicios derivados de experiencias propias, deberíamos tener prevista otra zona de cuarentena, poniendo en duda la generalidad de lo percibido/aprendido, y estando dispuestos a una posible rectificación de nuestras opiniones.
Dicho esto y con un par de huevos, ahora voy y pongo en duda todo lo dicho. ¿No tienen nuestros compañeros de viaje un reverso luminoso? ¿No podrían actar los prejuicios como un mecanismo de defensa muy útil? Así, si un pobre pajarillo ve moverse el arbusto sobre el que está posado, saldrá volando porque alguien le dijo (o el mismo padeció en el pasado) que detrás del movimiento, puede estar el gato a punto de saltar. Claro, que también podría estar moviéndolo un gusano enorme del que podría dar buena cuenta ... Bueno, el ejemplo es un poco rebuscado pero todos nos entendemos ¿no?
Aún así, pienso que debemos permanecer alerta a esa tendencia natural en todo ser humano y realizar de vez en cuando el sano ejercicio de poner en duda nuestras convicciones (muchas veces sostenidas bajo cimientos de prejuicios).
¿Pijos tontos? ¿Inmigrantes peligrosos? ¿Culés independentistas? ¿Españolistas fachas? ¿Izquierdistas garantistas? ¿Gays promiscuos? ...
He conocido gente tal que así, y tal que todo lo contrario, así que cuidadito con apoyarte ciegamente y en exceso en los prejuicios porque te expones a cagarla pero bien cagada. Así que ¡hala! A practicar el sano arte de postjuzgar. ¿Que cuesta? Sí ¿Que es difícil? También. Pero ejercitemos el músculo que veréis lo bien que nos viene a todos...
Supongo que mientras tanto, aquellos que no contemos con el don de la clarividencia (sexto sentido, análisis preciso o como quieras llamarlo) del que disponen algunos (¿eh nene?), no podremos evitar caer en la tentación de recurrir a ese arma de doble filo que son los prejuicios.
Cuidadín que los carga el diablo.
Prejuicios
Publicado por
luismi
on martes, 15 de septiembre de 2009
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Reflexionando
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