Hasta hace poco, he estado empeñado en responsabilizar de los déficit educativos de los jóvenes de hoy en día, principalmente a la poca (o nula) conciliación entre la vida familiar y la laboral. Los padres no tenían tiempo suficiente para dedicar a la educación de sus hijos, y así salían.
Pues bien, el caso es que durante el café después de la comida, en ameno corrillo con ex-jefes, amigos y compañeros de trabajo, mi ex-jefe Javier ha puesto sobre la mesa (es un decir) una afirmación que me ha hecho cuestionar esa relación causa-efecto. "Por lo que he podido ver", decía, "muchos de los niños/as que cuentan con al menos una figura paterna en casa (esto es, que no trabaja), repiten el mismo comportamiento que se observa en aquellos, cuyos progenitores no pueden dedicarle toda la atención que se merecen, por trabajar demasiadas horas". Más o menos. Si esto fuera cierto (sería muy interesante realizar un estudio estadístico de este asunto), significaría que quizás no se trate de un problema de cantidad de tiempo dedicado, sino de calidad de éste.
Cavilando como estaba acerca de las causas de esta deriva educacional, recordé de pronto un artículo de Vargas Llosa que me llamó la atención hace unos meses el cual, bajo el título de Prohibido Prohibir, proclamaba el origen de la pérdida de autoridad escolar en el movimiento de Mayo del 68. Más allá de lo que se pueda opinar acerca de este escritor, de la ideología personal que cada uno calce, o de lo afín que uno se considere al movimiento que aspiraba a eliminar cualquier forma de autoritarismo a base de revueltas estudiantiles y sindicales, permitidme hacer un ejercicio de "¿y si fuese así?". Además, sabéis lo que opino de los prejuicios: a la basura.
Pues el caso es que Vargas Llosa, citaba a Michel Foucault (al cual no he tenido el gusto de leer, pero parece que afín a las proclamas de Mayo del 68), para recordar los objetivos del movimiento libertario. Cito a Don Mario: "el filósofo francés sostenía que, al igual que la sexualidad, la psiquiatría, la religión, la justicia y el lenguaje, la enseñanza había sido siempre, en el mundo occidental, una de esas "estructuras de poder" erigidas para reprimir y domesticar al cuerpo social, instalando sutiles pero muy eficaces formas de sometimiento y enajenación a fin de garantizar la perpetuación de los privilegios y el control del poder de los grupos sociales dominantes". El artículo de Vargas Llosa renegaba del (supuesto) impacto que habría tenido el sesentayochismo en el modo de educar en las escuelas. El escritor concluía que "por lo menos en el campo de la enseñanza, a partir de 1968 la autoridad castradora de los instintos libertarios de los jóvenes había volado en pedazos".
Y digo yo. Si eso fuese cierto, debería serlo también no sólo en el ámbito de la escuela, sino sobre todo en el modo en que los padres herederos de esa época educaron a sus hijos. En ese caso, actitudes educativas autoritarias podrían haber ido dejando paso a actitudes más condescendientes y menos proclives a esa "castración de los instintos libertarios" a la que se refería Vargas Llosa. Sigo con la hipótesis. Como todos los cambios de tendencia sociológicos, éste habría tenido lugar en la zona de influencia del movimiento no de un modo radical sino gradual. Así, el péndulo comenzaría su viaje desde un extremo al otro.
En terreno patrio, la dictadura y la moralidad conservadora imperante por aquel entonces, hubiese retrasado ese cambio de tendencia unos años, hasta el tardofranquismo y transición. Así, el péndulo nacional habría comenzado su viaje hacia el otro extremo con una década y pico de retraso, hacia finales de los 70 o principio de los 80, alcanzando su máxima amplitud en los 90 (¿o quizás todavía no lo ha hecho?). Tendríamos así por un lado a generaciones como la mía e inmediatamente posteriores, aún educadas en el respeto a determinadas figuras de autoridad (padres, maestros, adultos en general); y por otro lado a las generaciones que ahora gastan hasta veintipocos, cuyo proceso madurativo ha carecido de los límites que nos impusieron nuestros mayores.
[NOTA: Espero que no sea necesario advertir que hablo en términos generales, quedando excluidas las excepciones, seguro que numerosas, compuestas por padres y madres que han sabido poner límites al carácter expansivo (en todos los sentidos) de los jóvenes de todas las generaciones, formando personas/ciudadanos responsables]
¿Será esto verdad? ¿Pudo ser esa corriente liberadora la lluvia que trajo estos lodos? ¿El "reverso tenebroso" de un movimiento encaminado a hacer menos esclavos a los hombres? No sé. Quizás. Al menos suena plausible. Pero claro, yo no viví aquella época de "playa bajo adoquines", para dar por buenos o malos los argumentos que emplean Foucault o Vargas Llosa. Por otro lado, más allá de que sea o no cierta, como casi siempre, la causa para un asunto tan complejo como "porquésoncomosonlasactualesgeneraciones" no puede ser única, sino muchas y variadas (complementarias y suplementarias).
Válgame el Señor, dirán muchos al oírme decir todo esto. ¡Hecatombe! ¡Te estás hundiendo en la miseria! ¿Cómo un joven educado en valores progresistas dice las cosas que dice? ¿Se trata de un cambio de chaqueta? ¿Renuncia a los valores liberadores en favor de los represores? Ni mucho menos. Como decía aquel, los extremos NO suelen conducir a la virtud, y conviene, dentro de lo posible, buscar el término medio. Pero me temo que si no es ya mismo, poco queda para que ese péndulo comience de nuevo su oscilación en sentido contrario. Y estando la situación en el punto en que está, sinceramente no me parece del todo mal iniciar el viaje de vuelta. Parece que incluso los más escépticos se están percatando que la cosa se ha ido de mano. Ahora bien, habrá que estar atento. Quedará en manos de los padres y madres venideros no pasarse de frenada, jugándose los deditos al agarrar el péndulo, tratando de ofrecer resistencia a esa oscilación, tratando que pierda impulso y se detenga justo en su vertical.
Difícil jugada, pero es lo que toca.
El péndulo
Publicado por
luismi
on lunes, 21 de septiembre de 2009
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Reflexionando
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